Primera Parte
Querido Lector, durante mi vida me he dado cuenta que nadie
sabe ¡Cómo escoger un brasier! Encontrar una linda ropa interior, es como
escoger el amor de tu vida: Uno debe de comprar y probar varias marcas y
modelos, hasta llegar al molde perfecto.
Si es usted un hombre y desea aprender
sobre el sexo femenino y las grandes frustraciones qué puede pasar una mujer
por escoger el mejor modelo para su parte delantera, continúe leyendo. En cambio, si es usted mujer, diviértase un
poco de cómo esta señorita despotrica ante “cómo un brasier afecta nuestra
autoestima” y qué hacer para sacar ventaja de la situación.
Se menciona que el órgano más femenino son
los senos. A muchas mujeres se les critica por querer verse bien; existen
tantos prejuicios sociales que en vez de respetar lo que queremos, siempre
caemos en el error de respetar la opinión de los demás.
Verse bien es tan importante porque
demuestra que nos aceptamos y eso no es nada fácil. Y en el caso de las
mujeres, vernos con linda lencería y observar que poseemos bonitos senos, deja
de lado incluso su tamaño, porque estamos tranquilas con nuestro físico.
¡Esos malditos GORDOS!
Se afirma que aproximadamente el 70% de
nosotras, usamos una talla equivocada. Por eso, siempre nos quejamos de los
molestos gorditos. En cada tienda departamental, veía muchos modelos, algunos
muy lindos y siempre pensaba -¿Me quedarán?-.
¡Ja! Siempre tenía el mismo problema:
¡Gorditos! Ver esas lonjitas, son tan deprimentes que mejor evitas toda la
lencería y prefieres quedarte con ese viejo brasier, antes de volver a pasar por la
vergüenza del espejo y decepcionarte de tu cuerpo.
Entonces ¿qué debía hacer? Escoger ropa es todo un reto y la ropa interior es una
caída al vacío. Supongo que por eso, muchas mujeres han optado por ir al
natural. “Si nada te queda, nada de pones” ¡Horror!

“Es preciso que el buen gusto constituya un criterio de selección para elegir las compañías, los lugares, la ropa, la satisfacción sexual [...] es preciso haber preferido la belleza, al beneficio, a la costumbre, a la opinión, a la pereza, la regla suprema es que es preciso no "abandonarse", ni siquiera cuando se está totalmente a solas […] una disciplina dirigida solamente a los sentimientos y a los pensamientos no sirve de nada, hay que empezar persuadiendo al cuerpo...”
Y seleccionar cada detalle de la ropa
acorde a nuestro cuerpo, para mí, es el sinónimo de “Quererme” y “Aceptar” que
una mujer sube y baja de peso constantemente, que es madre y que todo eso afecta
a la talla 32B y pasa a la 36C.
Señorita ¡Acomódeselas!
Todo comenzó por culpa de una boda ¡No es
cierto! Todo empezó por la invitación de un chico: lo acompañé a la boda. Por
cierto, odio las bodas por todo el ritual
que significa “VERSE ACORDE AL EVENTO”. Conlleva hacer una visita larga a los
centros comerciales para lucir ¡Maravillosa! Da flojera, pero si se trata de
conquistar y lucir PERFECTA ante ese chico ¡vengan los vestidos y las bodas! ¿o no?
Cuando un chico te interesa, te aventuras a
todas las tiendas, pues ir a una fiesta, implica vestidos, tacones, accesorios,
bolsa, abrigo, peinado, maquillaje y claro, manicura… ¡Ah! ¡Me cansé! Se piensa
en todo eso y hasta el último en la ropa interior ¡Qué maldita cosa!
Mi vestido requería de un brasier negro-push up. Todo lo que una debe de hacer, por verse bien "pensé". Entré en un estado de nerviosismo ¿Dónde comprar?, ¿qué comprar?, ¿a quién preguntar?
En anteriores visitas a Perisur, siempre había pasado por Fiorentina, pero jamás entré hasta que decidí verme maravillosa para ese día. Vi los modelos, observé y automáticamente, según yo, seleccionaba a simple vista qué me quedaba
y qué no. No soy una chica gorda y ¿busto? ¡Ja! ¡Por Dios! Eso no está en mis
genes. Todas las mujeres en mi familia, tenemos cadera, pero chichis ¡Ja!
¡Tenemos intento de chichi!
Para mi sorpresa, una linda señorita se
acercó a ofrecerse a ser mi guía o mi “dama de compañía” durante mi visita. En
cuanto le di mi talla, saco la cinta métrica, pues su respuesta fue “Señorita,
esa no es su talla ¡Permítame medirla!”.
¿En qué momento cambié de talla? Obviamente, maldecía al mundo. Me sentía gorda. Fue
como si Fiorentina fuera un consultorio y la señorita mi terapeuta. Ella sabía
y conocía todas mis inseguridades y preocupaciones. No había duda, el cielo había enviado a la Mujer Maravilla con la solución perfecta para mi busto.
Pero no todo acaba ahí, la prueba final era
el probador, mi amable terapeuta me dio modelos maravillosos ¡No me quedaron! Le
contestaba a la señorita tras la cortina. “¡Cómo que no! Permítame ver -entro al probador y prácticamente me ordeno al decir- ¡Acomódeselas bien!, ¡¿Ya ve?! ¿Cuál gordito? ¡Se le ve muy
bien!”- y con gran satisfacción salió del probador mi salvadora.
Espera el segundo post y mientras tanto platícame tus aventuras que seguramente son más divertidas que las mías.
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